Un breve resumen de los impactos de la contaminación lumínica

Sabemos que la luz artificial nocturna actúa principalmente de dos modos sobre los seres vivos: alterando el comportamiento de los individuos (al sentirse atraídos por la luz o confundirla con fuentes naturales como la Luna), y como disruptor hormonal (inhibiendo la producción de hormonas reguladoras de los ciclos circadianos y reproductivos). La lista de estudios que han confirmado estos efectos sobre todo tipo de especies es muy larga.

Memorial de luz para las víctimas de los atentados del 11-S. Lo que se ve alrededor de las columnas de luz no son insectos, son aves. Muchas mueren extenuadas, lo que convierte esta aberración lumínica en un homenaje de dudoso gusto (fuente: RTVE). 

Empezando por el medio acuático, la luz artificial de las costas desorienta y afecta a prácticamente todos los organismos, por ejemplo a las tortugas marinas, alterando su reproducción y desorientándolas cuando nacen. Pero uno de los impactos más relevantes por su alcance ecológico es la alteración de los patrones migratorios diarios del zooplancton entre las aguas profundas y las más superficiales, que se rige por el ciclo diario de luz-oscuridad y por la Luna, con el consiguiente desequilibrio de toda la red trófica marina y afección a la biodiversidad, problema que se da tanto en aguas frías como tropicales.  Por otro lado, en las aguas continentales se ha demostrado que el brillo artificial del cielo reduce los niveles de melatonina en peces como la perca euroasiática

Anfípodo (fuente: Wikimedia Commons)

También ha sido ampliamente documentado el impacto en las aves migratorias, que se ven desorientadas por el brillo de las ciudades y perecen de agotamiento o por colisiones con los edificios. Pero son las aves urbanas las que más están sufriendo las consecuencias de una exposición continua a la luz artificial, lo que se suma a otros factores de estrés (ruido, contaminación del aire, mala alimentación, etc.) que están provocando un declive de sus poblaciones. Se ha estudiado el cambio en los hábitos de canto (y por tanto en el cortejo y probabilidades de éxito en la reproducción) de diversas especies habituales en los sobreiluminados entornos urbanos; e incluso ya se ha encontrado que la exposición a la luz artificial nocturna produce en el gorrión alteraciones hormonales y fisiológicas análogas a las que ya conocemos para el caso de los seres humanos. 

Las consecuencias de estas alteraciones suponen, entre otras, el debilitamiento de su sistema inmunológico, aumentando su susceptibilidad a enfermedades o convirtiéndolos durante más tiempo en reservorios de virus transmisibles a los humanos a través de mosquitos, como es el caso del virus del Nilo Occidental. Estos virus ya ven aumentada su posibilidad de transmisión con la presencia de luz artificial, al sentirse sus vectores (mosquitos) atraídos por ella. Pero además, en el caso particular del virus del Nilo Occidental, la situación de aves como el gorrión, que actúan como portadores intermedios, puede facilitar el contagio a humanos. Se ha estimado que la contaminación lumínica aumenta un 41% las posibilidades de transmisión de este virus, y por tanto se puede considerar un factor de riesgo a tener muy en cuenta en la prevención de epidemias en las que los vectores son mosquitos. Con la actual pandemia de coronavirus también se ha puesto el foco en el papel de la luz artificial nocturna en la atracción hacia zonas pobladas de reservorios víricos como los murciélagos y en la alteración de su hábitat. 

Gorrión común (fuente: Wikimedia Commons)

Y es que se está comenzando a ver que la luz artificial nocturna, además de ocasionar importantes problemas ecológicos, puede ser una cuestión de salud pública. La generalización del LED de luz blanca está incrementando la preocupación por los efectos sobre la salud de exposiciones a su luz en horas nocturnas. Las disrupciones que genera la luz con longitud de onda menor de 500 nm en la producción de melatonina, y por tanto en la regulación de los ciclos circadianos, pueden ser un factor de riesgo en el desarrollo de determinados tipos de cáncer, en la aparición de alteraciones metabólicas que terminen en obesidad, en la propensión a trastornos ansioso-depresivos, en la generación de procesos autoinmunes e inflamatorios, etc. Pocos responsables políticos y técnicos son hoy conscientes de la importancia de elegir para el alumbrado público una lámpara lo más monocromática posible, que no emita absolutamente nada en longitudes de onda inferiores a 500 nm, al margen de las demandas infundadas, las modas y los gustos de una población poco informada. 

No podemos terminar este recorrido sin hablar de los insectos, en los que la contaminación lumínica puede estar teniendo consecuencias devastadoras. Si este reino no tenía ya bastantes problemas con los productos agroquímicos, llegó un nuevo pesticida de amplio espectro a sus ecosistemas en forma de luz. La luz artificial nocturna, y especialmente la que tiene componente azul, atrae a los insectos de modo irremediable. Una enorme variedad de lepidópteros nocturnos (las conocidas como polillas), polinizadores de enorme importancia ecológica, viajan desde sus ecosistemas hacia los entornos iluminados para ser devoradas por depredadores convenientemente situados o muriendo exhaustas volando alrededor de las fuentes de luz. Además se ha constatado que algunas especies sufren disrupciones en la producción de feromonas sexuales en presencia de luz artificial, viendo inhibidas sus posibilidades de reproducción. De modo general, la presencia de luz artificial en el medio natural altera de diferentes formas la diversidad de insectos, sus poblaciones y las relaciones tróficas, y asociada al proceso de urbanización está causando un descenso dramático de las poblaciones de polinizadores. Junto a la extensión de la agricultura industrial y al abuso de pesticidas químicos, la contaminación lumínica puede estar detrás del declive generalizado de los insectos. Las consecuencias ecológicas y económicas son difíciles de imaginar. 

Lepidóptero nocturno polinizando (fuente: Ecoportal)

Este resumen quedaría incompleto sin mencionar las implicaciones culturales, filosóficas y emocionales de permitir la desaparición del cielo nocturno, como ya ha ocurrido en entornos urbanos y está ocurriendo en sus áreas de influencia. El cielo estrellado está presente en mitologías, cosmogonías, culturas orales, calendarios, arte, etc., además de haber sido su observación el motor del pensamiento científico. Se puede por tanto calificar sin paliativos la desaparición del cielo estrellado como un atentado contra el Patrimonio de la Humanidad.




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