La iluminación privada podría ser responsable de la mayor parte de la contaminación lumínica
Cuando pensamos en contaminación lumínica nos vienen a la cabeza inmediatamente las farolas del alumbrado público como su origen último. Y, siendo cierto que aún quedan muchas malas prácticas por corregir, si algo bueno ha tenido la transición a la tecnología LED es que las nuevas luminarias tienen un diseño que permite dirigir la luz sólo donde interesa (otra cosa es que se haga). Si damos un paseo nocturno por cualquier ciudad, y sobre todo por los polígonos industriales, se puede comprobar que hay otras muchas fuentes de luz que no son farolas ni pertenecen al alumbrado público: iluminación de fachadas de edificios privados, carteles, rótulos luminosos, focos por docenas en naves industriales, aparcamientos, etc., e incluso cortijos iluminados con la ingenua pretensión de ahuyentar así a posibles ladrones. La mayor eficiencia energética del LED (y menor coste de tenerlos encendidos toda la noche) y la laxitud normativa han permitido la proliferación de iluminación exterior privada s